Es miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y también forma parte del Consejo de Administración de la Fundación Sur, creada por Victoria Ocampo. En 2019 fue nombrada Miembro de Honor (Académica de Honra) de la Real Academia Gallega. 

 ¿Quién es María Rosa Lojo?

Una persona chiquita en un mundo cruel. De pequeña me veía como una hipersensible y también soy pequeña de tamaño, que tiene su significación, ya que vivimos en el cuerpo y a través de él. Las palabras son una casa en la que me refugio. Se pueden armar como una tienda de campaña en cualquier lugar donde estés, sirven para hacer del mundo un lugar más hospitalario.

¿Cómo surgió el deseo de escribir?

El deseo de escribir surge junto con el deseo de leer. Siempre he sentido un deseo fuerte de expresarme y una gran curiosidad por leer.

¿Cómo te inculcaron el amor a los libros?

Mi madre tenía una pequeña librería en Madrid. Creo que no le fue muy bien, en la posguerra en España todo era tan pobre… Cuando llegó a Argentina en el año 48 se trajo una mínima biblioteca. Fue ella quién me transmitió su pasión por los libros. Crecí en un entorno familiar donde se leía con pasión y donde la educación era muy valorada.

¿Tus padres eran españoles?

Sí. Nací en Argentina porque mis padres se conocieron en Argentina, como tantos españoles que se encontraban entre sí y se casaban en la emigración. Mi padre tuvo que emigrar porque había combatido en el bando republicano.

¿Cómo compaginas tu trabajo como investigadora para el CONICET y tu actividad como escritora?

Hay vasos comunicantes entre la investigación y la ficción. Me gusta construir ficciones sobre los temas que estoy investigando, sobre los que estoy produciendo conocimiento en otro registro. Las dos cosas se pueden compaginar.

Un ejemplo concreto…

Cuando escribí “Una mujer de fin de siglo” se lo dediqué a la hermana de Lucio Mansilla, a Eduarda, y creé un personaje ficticio: Alice, la secretaria de Eduarda. La novela trabaja con un lenguaje muy personal y muy lírico sobre el lugar de las mujeres creadoras en la sociedad decimonónica, pero también en la actual.

Y ¿cuál es ese lugar?

Todavía hay algo que tenemos que resolver. Me refiero a la superfluidad de las mujeres creadoras. La sociedad no les pide que sean creadoras, intelectuales o artísticas, les pide que se reproduzcan. En general, es así.

Y en tu caso…

He intentado hacerlo. El costo es alto, no se trata de tener una vida cómoda. Es una vida de mucha lucha porque justamente no forma parte del mandato social de las mujeres. Es algo que hacemos como un esfuerzo extra, mientras que sí que forma parte del mandato social de los varones destacarse en el campo público. Eso sí que lo tienen los varones encima y, muchas veces, de una manera asfixiante. A ellos se les pide que destaquen y ganen dinero, mientras que a las mujeres se les pide, sobre todo, que reproduzcan la especie.

Todo esto ¿viene de la religión católica?

No, viene del machismo. La Argentina es un país machista, es un país donde los liderazgos reconocidos y deseables son masculinos, aunque ha habido mujeres fuertes al lado de los hombres, pero no tanto mujeres situadas desde ellas mismas como líderes, sino por ser mujer de, hija de, hermana de, desde esos lugares.

Eva Perón sería un buen ejemplo…

Eva Perón desbordó absolutamente los moldes. Entra en la escena política como la mujer de Juan Domingo Perón, pero llegó a ser un personaje con peso propio. Eso sí que lo hacen las mujeres argentinas. En el caso de Manuela Rosas (el personaje del que me ocupé en “La Princesa Federal”, hija de Juan Manuel de Rosas) o en el de la ex-presidenta , Cristina Fernández de Kirchner, es innegable que tienen un relieve propio. Pero en general, la sociedad argentina se maneja con estas alianzas en el poder. Las mujeres no hemos llegado a desligarnos totalmente de parentescos o padrinazgos masculinos en la política. Las figuras más relevantes que han surgido, en general han sido asociadas a figuras masculinas. Estamos en el camino.

¿Cómo sería el mundo ideal?

Creo que en los países anglosajones hay una tradición más fuerte de mujeres intelectuales, de mujeres escritoras. Estoy pensando en Virginia Woolf y eso que ella se quejaba…

¿O sea que en Argentina ser artista y mujer es un problema?

Ser artista no se censura en la actualidad, hay más tolerancia ahora que en otras épocas, pero no se ve como algo esencial para la constitución de una mujer. Y sí que se ve como esencial para la constitución de un hombre, el que tenga un papel de liderazgo social, que sea productor de creaciones simbólicas y de creaciones materiales, que genere conocimiento, dinero y obras, más allá de las obras del cuerpo que son los hijos.

¿Sigue siendo por lo tanto la maternidad una rémora para las mujeres?

La mujer ha estado muy reducida a esa exigencia básica de ser madre y además, de ser hermosa. La mujer bella también es un mandato cultural que sigue vigente hoy. A las mujeres escritoras se nos exige que salgamos planchadas, teñidas y, a lo mejor, con tetas postizas.  Eso pesa siempre, aunque no tenga ninguna incidencia en la vida profesional. Si uno piensa en colegas escritores…, ¿qué problema hay en que un colega varón salga más o menos calvo, canoso y con arrugas?

En algunos de tus libros intentas mostrar a la otra mujer posible, la mujer que sí que se realiza de alguna manera.

Sí, en “Las libres del Sur” o en “Una mujer de fin de siglo” (dos novelas sobre escritoras: Victoria Ocampo y Eduarda Mansilla) aparece siempre una personaje femenino alternativo que es ficticio, y que hace un contrapunto con el personaje central histórico. Son las otras mujeres posibles: las dos son secretarias o ayudantes, de una extracción más humilde, de clase media. Son como el anuncio de la mujer futura, menos glamurosa y más práctica, más liberada de los prejucios que gravaban a la clase alta en Argentina.

¿Cuáles eran los valores y creencias de esa clase social?

La clase alta argentina a finales del siglo XIX y comienzo del XX era muy exigente con sus mujeres, sobre todo en su actuación pública. Eran mujeres muy vigiladas y cuidadas. A pesar de que recibían una educación de privilegio (hablaban varios idiomas, se les enseñaba música), no se les permitía mucha transcendencia pública, ni se les daba una formación profesional en el mundo externo como a los varones que iban a la universidad. Sin embargo, las mujeres de una situación social menos privilegiada fueron luchadoras sociales, feministas y las primeras universitarias. De alguna manera empezaron a buscar un lugar propio en el mundo.

¿Cómo quién?

Sin duda, Alfonsina Storni. Era feminista, tuvo un hijo como madre soltera, se abrió camino sola como docente. Fue profesora de teatro y poeta llegando a ser una de las poetas más importantes de América Latina.

María Rosa Lojo:

Escritora e investigadora argentina. Estudió Letras e hizo su doctorado en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ha sido investigadora en el CONICET, una institución hermana del Consejo de Investigaciones Científicas en España. Es profesora de doctorado de la Universidad del Salvador en Buenos Aires. Crecida en Argentina, es hija de exiliados españoles emigrados a causa de la Guerra Civil española. Sus libros más vendidos han sido “Finisterre”, “La princesa federal” y “Cuentos e historias ocultas de la Recoleta”. Su prosa comprende las novelas “ Árbol de familia”,”Todos éramos hijos” y “Solo queda saltar”.